

En Nueva York, el alcalde Eric Adams, en plena campaña por su reelección, se ha propuesto limitar la velocidad de las e-bikes. Una medida que, lejos de ser popular, podría costarle su permanencia en el cargo.
Y es que no solo en ciudades como París la anarquía de las bicicletas eléctricas genera tensiones y accidentes, algunos incluso mortales. Saltarse el código de circulación, circular en sentido contrario, usar el móvil mientras se pedalea o mantener conversaciones en marcha son escenas habituales.
Para atajar el caos, ya se han tomado decisiones como la prohibición de los patinetes eléctricos de alquiler o la implantación de limitadores electrónicos que fijan la velocidad en 25 km/h.
El siguiente paso podría ser colocar matrículas a las bicicletas, aunque surgen dudas sobre quién se encargará de controlarlas.
La idea de instalar un limitador electrónico en las e-bikes está ganando fuerza, sobre todo en EE. UU. y especialmente en Nueva York, considerada la ciudad más “europea” del país.
Allí, la campaña electoral para la alcaldía está al rojo vivo, plagada de promesas de lo más variopintas.
Entre ellas, la de Eric Adams no parecía especialmente radical. Sin embargo, el actual alcalde no contaba con la fuerte oposición que ha encontrado.
Desde la pandemia de la COVID-19, el uso de las bicicletas eléctricas ha crecido un 70 % en NYC, según datos municipales. Al mismo tiempo, los accidentes —especialmente con peatones— se han disparado.
Actualmente, en EE. UU. apenas existe regulación sobre la velocidad de las e-bikes, que pueden alcanzar fácilmente las 28 mph, es decir, unos 45 km/h, si están clasificadas como Clase 3.
Alcanzar 45 km/h sobre una bicicleta urbana es, sin duda, muy rápido. Dentro del programa «Charge Safe, Ride Safe», Eric Adams propone limitar la velocidad a 15 mph, es decir, 24 km/h, al estilo europeo.
El argumento es lógico: menos velocidad implica menor energía cinética en caso de accidente, reduciendo así la gravedad de las lesiones.
Sin embargo, Michael Replogle, exdirector de políticas del Departamento de Transporte (DOT) de Nueva York, no está de acuerdo. Considera que la medida podría ser contraproducente, ya que aumentaría la diferencia de velocidad entre bicicletas y coches, que suelen circular entre 48 y 56 km/h, siempre que no haya atascos.
Replogle asegura que esto expondría a los ciclistas a mayores peligros. Además, el sindicato de repartidores en bicicleta se opone frontalmente: temen que bajar la velocidad alargue los tiempos de entrega, reduzca el número de servicios diarios y, en consecuencia, afecte a su rentabilidad.
También critican que la medida se aplique de forma indiscriminada a todos los usuarios de dos ruedas, sin diferenciar comportamientos, subrayando que los accidentes graves protagonizados por e-bikes no son, necesariamente, los más numerosos ni los más peligrosos.
Todo es relativo.
Parece que las negociaciones están en marcha, pues muchos ciudadanos están hartos de las incivilidades en la circulación urbana: bicicletas por las aceras, semáforos ignorados, móviles al manillar… Una solución intermedia podría ser fijar el límite en 20 mph (32 km/h), para intentar contentar a todos.
Como suele ocurrir en EE. UU., el debate gira pronto hacia el terreno de las libertades individuales, a menudo sin tener en cuenta el impacto en la seguridad de los demás. Separar de forma más clara los espacios de coches y bicicletas sería clave para reducir conflictos, pero en el país del tío Sam, el coche sigue reinando.